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18 12. No se puede escribir sin saber leer. No se puede contar sin saber escuchar. La escucha empática depende del gusto del espectador, y este libera a los narradores de la obligación de presenciar espectáculos que no son de su agrado, mas no del deber de guardar silencio si están presentes. 13. El montaje de un espectáculo de narración oral debe ser visto como una composición. Cada relato lleva consigo una cadencia particular puesta por su intérprete, con base en un trabajo serio, estructurado y fundamentado. 14. Solo el público puede juzgar el trabajo del narrador. Pensar que el público carece de criterio es absurdo. Por ello los espacios deben ser incluyentes con los narradores independientemente de la estética de su propuesta. Es el público quien juzga lo que ve y manifiesta su agrado o desagrado. 15. La UNESCO ha proclamado la oralidad como patrimonio cultural inmaterial. En consecuencia, los cuentos son patrimonio de todos. Todos somos narradores potenciales, negarlo es negar el derecho que todos tenemos a disfrutar y construir vínculos comunicativos. 16. Todo narrador es responsable de su propia formación. Se trata de leer, de buscar talleres, de asesorarse, pero también de tener un pensamiento crítico frente a la información recibida que le permita adecuarla a sus necesidades personales. 17. Quienes se hacen cargo de dictar talleres deben asumir que su responsabilidad implica no guardar el conocimiento para sí mismos. Deben además ser consecuentes con su trayectoria. La responsabilidad de dictar un taller no puede ser tomada a la ligera. 18. Los miembros de La Liga somos lo que promulgamos, por lo tanto este manifiesto no es dogmático, cada uno de los puntos aquí tratados está sujeto a discusión, reflexión y cambio.