Durante cinco siglos, Bagdad fue considerada como la capital de la civilización musulmana. Por más de doscientos años, contó con la Casa de la Sabiduría (Bayt al-Hikmah).
Inicialmente, correspondió a una biblioteca fundada por el califa Haroun Al-Rasheed (786-809). Según Tas (2011), en sus inicios, esta biblioteca resguardó libros científicos de filósofos de la Antigüedad.
Albergando una colección demasiado grande, la biblioteca fue, bajo el auspicio del califa Al-Ma´mun (813-833), convertida en un instituto científico. Con ello, inició una ardua labor dedicada a la traducción en árabe de las obras de antiguos filósofos.
Así pues, el califa adquirió muchos manuscritos griegos. Al finalizar el siglo IX, las traducciones al árabe de los principales filósofos y científicos griegos se completaron. Por lo tanto, el califa y su dinastía facilitaron el camino para el desarrollo y florecimiento de la filosofía y la ciencia islámica.
En la Casa de la Sabiduría se encontraban, diariamente, traductores, escribas, científicos, autores, personas de letras y copistas con el objetivo de crear documentos, discutir y dialogar. Involucró a personas de distintas religiones y etnias.
Se comenta que en la Casa de la Sabiduría se hablaban y leían numerosas lenguas incluidas el árabe, el farsi, el hebreo, el griego y el latín. En otras ciudades del mundo árabe se recrearon Casas de la Sabiduría como, por ejemplo, en El Cairo y Toledo.
Así pues, Toledo fue un sitio clave pues, en el siglo XII, favoreció la traducción de numerosos textos árabes al latín. Con ello, fue posible, posteriormente, la traducción de obras a otras lenguas europeas. De tal manera, este esfuerzo favoreció también la divulgación científica en Occidente.