A estas alturas ya sabes que tu
cámara no es tan compleja como
podría parecer, en el fondo se
trata sólo de una caja negra que,
cuando pulsas el botón, permite
la entrada de luz hacia una superficie sensible que registra la
imagen. Esa superficie puede ser
un sensor digital o un carrete de
película. Aunque a partir de
ahora leas “sensor” me estaré
refiriendo indistintamente tanto al
captador digital como al carrete.
(En blanco), hay dos partes de una
importancia capital: el diafragma
y el obturador.
El diafragma (El azul) es un orificio prácticamente circular con un
tamaño variable y el obturador
(En gris) se parece a una persiana
formada por una serie de láminas.
Si el diafragma puede cambiar de
tamaño, el obturador (que por
defecto está cerrado) puede
abrirse y volver a cerrarse durante
un tiempo más o menos largo.
Qué hay delante de tu
sensor: Es imprescindible que sepas que en
el interior de tu
cámara, delante
del
sensor
Cómo entra la luz: Cuando
pulsas el botón el diafragma se
cierra hasta dejar un orificio más
o menos grande y el obturador
se abre durante un
intervalo de
tiempo
más
o
menos largo, la luz pasa a través
de ambos y se corta como una
“rodaja” que alcanza el sensor
para formar la imagen.
El paquete de luz de la izquierda
pasó a través de un diafragma
grande (el círculo tiene mayor
diámetro), pero el tiempo durante
el que el obturador permaneció
abierto fue corto. El de la derecha
pasó a través de un diafragma
más cerrado, pero el obturador
estuvo abierto más tiempo (por
eso es más “largo”). Evidentemente cuanto mayor es la apertura del diafragma y más largo es el
lapso de tiempo durante el que
permanece abierto el obturador
más crece la cantidad de luz que
llega al sensor.
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