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C A R O L
Una de las películas que más se echó de
menos entre las nominadas a los Oscars 2016 fue
‘Carol’, puesto que la
crítica había caído rendida a sus pies desde su
estreno (diez minutos de
ovación ininterrumpida
en el Festival de Cannes) y,
aunque no había ganado
ningún premio gordo,
había estado entre las
candidatas a los Bafta o
los Globos de Oro. Sin
entrar en especulaciones
sobre su exclusión de los
Oscars, está claro que la
Academia de Hollywood
cometió una injusticia
apenas compensada con
las nominaciones en otras
seis categorías: actriz
principal, actriz de reparto,
guión
adaptado,
fotografía, vestuario y
banda sonora.
no escuchen a scully.
‘Carol’ se basa en la
novela de Patricia Highsmith ‘El precio de la sal’,
de cuya autoría renegó
durante varias décadas
porque temía que la clasificaran como una escritora lesbiana.
Estamos en Nueva
York, a principios de los
años cincuenta, y la joven
dependienta de una
tienda de juguetes
va a conocer el amor por
primera vez; pero, en
lugar de uno de los chicos
que la pretenden, será una
mujer madura, envuelta
en un abrigo de visón y un
perfume
embriagador,
quien le hará temblar de
emoción y le confirmará
lo que sospecha: que
seguir las convenciones
sociales en contra de tu
corazón es prácticamente
estar muerta en vida.
El director Todd
Haynes dirige la película
con una delicadeza
extrema,
empleando
detalles sutiles tanto en la
relación clandestina que
van tejiendo Carol (Cate
Blanchett) y Therese (Rooney Mara) como en la
manera de crear atmósfera y verdad: el enfoque (o
desenfoque)
de
los
rostros, las metáforas de
los diálogos, la luz tenue e
intimista, y los violines de
Carter Burwell en la
banda sonora. No sobra ni
un plano, ni una mirada,
ni un gesto, y por supuesto huye de cualquier tipo
de barroquismo para
resaltar la fuerza que la
historia tiene por sí sola.
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