"La orquesta tocaba todo de memoria y tenía 83
temas en el repertorio"
Entrevista a José Votti.
-- ¿Cómo conoció a Pichuco?
-- Nos conocíamos del ambiente porque yo estaba con Ángel D'Agostino.
Cuando hicieron "El patio de la morocha" me propusieron integrar la
orquesta, pero sólo hice algunas grabaciones con ellos, hasta que Nicolás
Alberó se retiró y lo reemplacé. Fui por una semana. No quería estar
mucho. Me dijeron: "Vení que tenemos poco trabajo", por eso acepté, y
me quedé casi quince años porque me sentía muy cómodo.
-- ¿Conocía todo el repertorio de Troilo?
-- No, cuando empecé tenían ochenta y tres temas de repertorio, que es
mucho para aprender enseguida. Alberó tuvo la gentileza de quedarse
diez días tocando a mi lado para ir pasándome todo. Pichuco me decía:
"No se preocupe, pibe, ahora empezamos en el cabaret y en tres meses
se lo aprende". Efectivamente, el trabajo continuo de todos los días hizo
que fuera más fácil. Era una orquesta que tocaba todo de memoria. Se
aprendían los temas y las partes desaparecían.
-- ¿Qué cosas marcaba Troilo como director?
-- No era lo que marcaba sino lo que intuía y sentía. Sabía lo que quería
de tal manera que decían que era una de las mejores "gomas de borrar"
del país. Una noche estábamos ensayando en una sala chica de Radio El
Mundo y, en un momento, el Gordo se da vuelta y lo mira a Argentino
Galván, el arreglador, que estaba escuchando y le dice: "Perdón,
Argentino, acá vamos a borrar esto y vamos a poner tal cosa, ¿no se
enoja?". Cambiamos lo que quería y seguimos tocando, hasta que otra
vez Pichuco dice: "Mire, acá vamos a hacer esto, ¿le parece?". Galván le
contestó: "¡Cómo no!". A la tercera vez que esto sucede, Argentino le
aclaró: "Usted ya me pagó, el arreglo es suyo, haga lo que quiera".
Cuando terminamos y cruzamos al café, Galván me dice: "A mí este
hombre me robó el alma, porque yo hubiera querido escribir lo que él
puso". Ese era Pichuco. El arreglo era formidable pero él le dio la
puntada final.
-- ¿Cuál era su forma de tocar?
-- Tenía una gran personalidad como músico. Cuando tocábamos en el
Marabú, la orquesta empezaba a las once y media, más o menos, y
Troilo se incorporaba a las doce. La gente dialogaba a un volumen muy
alto, obviamente, era un cabaret e iban a divertirse. El Gordo decía:
"Muchachos, toquemos muy 'pianito' porque están hablando muy
fuerte". A medida que la orquesta iba más despacio, el murmullo de la
sala se acallaba, hasta que lográbamos un silencio absoluto. Eso era