Tango y Cultura Popular ® N° 165 | Page 46

(¡NO DISPAREN! que aquí estamos hablando de naturaleza física, no de capacidades intelectuales, ni de evolución cultural y mucho menos de derecho de ejercer "poder" y, por si fuera poco, enfatizo el APARENTEMENTE.) En cualquier caso, esta realidad no es exclusiva del Tango, sino de las danzas en general. Si el tango es machista, todas las danzas de pareja lo son. ¿O acaso vemos muy seguido mujeres conduciendo a hombres en el mundo de la salsa, el ballroom o en sofisticadas coreografías de ballet? No obstante, luego de tantos años de admirar parejas de baile en las que la bailarina encarnó la belleza, el corazón y el alma del binomio (recordemos, por ejemplo, a la gran María Nieves, a Guillermina Quiroga, Marcela Durán, Geraldine Rojas, o Alejandra Mantiñán, por solo citar algunos casos icónicos) ya debiéramos poder despojarnos del complejo auto impuesto de "pasividad" en el rol femenino. Acompañar al "leader" con presencia, actitud, abrazo comprometido, agilidad, ritmo y creatividad en el uso de los adornos no tiene absolutamente nada de "pasivo". Desde el momento mismo en que salimos a la pista en nuestro rol de "seguidoras" el cuerpo entra en un estado de consciencia plena similar al que se desarrolla con la práctica del mindfulness, es decir, hay una presencia absoluta en el aquí y ahora que constituye el más alto estado de actividad. De otra manera, sería completamente imposible reaccionar a la "marca" a la velocidad de la luz, sin siquiera ser capaces de comprender como ocurre tal alquimia. Solamente un cerebro altamente activo puede responder, decorar, transmitir emoción, expresar la música, pisar a tiempo y -a veces- hasta cantar en simultáneo. Y dicho sea de paso: ¿somos conscientes de que las mujeres tenemos una agudeza auditiva naturalmente superior a la de los hombres? Pues sí, las mujeres escuchamos mejor, de modo tal que en muchas ocasiones depende de nosotras que la pareja baile "con la música". Pero hay un tercer aspecto, más complejo por cierto, por el cual se suele afirmar que el tango es "machista". Se escucha a menudo que -dada la proximidad física del abrazo- las mujeres en la milonga somos sumamente vulnerables ante posibles situaciones de abuso por parte de los varones. También aquí podemos afirmar que esto no es del todo cierto. En todo caso, no somos de ninguna manera "más" vulnerables que en cualquier otro ámbito social. En una milonga tenemos un número amplio de recursos para protegernos de tan desagradables situaciones: podemos evitar bailar con quienes nos sintamos incómodas; podemos interrumpir el baile en cualquier momento si el varón intentara propasarse; tenemos cientos de personas alrededor que reaccionarían en nuestra defensa si se diera alguna situación de violencia explícita; tenemos la ropa puesta y podemos estar absolutamente tranquilas, no