Tango y Cultura Popular ® N° 165 | Page 44

Tango y género: ¿Quién tiene el "poder" En el mundo de la milonga hay una discusión recurrente y agotadora basada en el concepto de que el tango es una danza "machista". Para defender tal argumento se suelen sostener, en principio, dos "verdades": que el hombre es el que invita a bailar a la mujer, y que el hombre es el que "dirige" la danza. Me propongo indagar en estas ideas, para buscar caminos de acercamiento e igualdad entre pares, hombres y mujeres. 1) El hombre es el que invita a bailar A primera vista, esto es correcto, es el hombre el que suele accionar para que se concrete un encuentro en la pista. Pero miremos un poco el desarrollo histórico de esta costumbre y tal vez nos sorprendamos. En los tiempos en los que las chicas iban a bailar con sus hermanas mayores, madres o tías, eran los muchachos los que iniciaban la invitación. Pero solo serían aceptados si las chaperonas los aprobaban. De modo que el éxito del hombre dependía del criterio de una mujer. Sin duda, este no era el escenario más favorable para el ejercicio de la libertad de las bailarinas, pero ser sujeto de un exhaustivo escrutinio de la mujer adulta responsable lejos queda de una demostración de poder masculino. Más adelante, cuando las chaperonas pasaron de moda, la tradición continuó y el hombre siguió siendo quien invitaba a bailar. Pero gracias al código del "cabeceo" las mujeres hemos sido siempre quienes aceptamos o declinamos dicha invitación simplemente sosteniendo o evitando el contacto visual. Nuevamente, la decisión final queda en nuestro terreno. En tiempos más recientes el privilegio viró aun más hacia nuestro territorio: en el contexto de las llamadas milongas "tradicionales", las mujeres comenzamos a pre-seleccionar a nuestros compañeros, siendo las que dirigimos la mirada hacia ellos en primer lugar. Actualmente es bastante improbable que un hombre invite a bailar a una mujer si esta no disparó antes una mirada asertiva en su dirección. Es más, se escuchan a menudo en el "sector de las mujeres" conversaciones del tipo "¡Uy! ¡Esto es Laurenz! Voy a bailar con Mr. X." Y finalmente, bien entrado el siglo XXI, podemos alegrarnos ante el hecho de que cada vez es más común asistir a milongas donde hombres y mujeres se invitan a bailar verbalmente, sin prejuicios ni formalismos. Ahora bien, en muchos casos ocurre que las mujeres no estamos preparadas para aceptar un "no" como respuesta. De modo que, si al mirar no nos miran, o si recibimos una negativa ante una invitación verbal, lo tomamos como una ofensa, un rechazo. Cuando esto sucede, entonces rápidamente nos instalamos en el lugar de la "víctima" de una sociedad machista en la que -supuestamente- los hombres poseen un