Tango y Cultura Popular ® N° 165 | Page 33

La improvisación Para los que bailan con figuras, el nudo central del accionar es poseer al tango. Y lo intentan desde la captura y posterior reproducción de los distintos elementos de carácter coreográfico que han aprendido con anterioridad al hecho dancístico en sí. Mientras que aquellos individuos que improvisan la danza en forma pura no necesitan poseer nada, porque el tango habita en ellos como posibilidad cierta de su accionar dancístico, realizado por medio de una enorme especialización que poseen desde la mente intuitiva, desde la inteligencia de poder resolver las situaciones espaciales y desde la virtuosa capacidad crear los diseños con la misteriosa fantasía que lo hace posible. En tal contraposición de posturas en el manejo de las herramientas para la ejecución de la danza es que, a simple vista, podemos reconocer, por un lado, al individuo ansioso en poseer el tango y nervioso en su ejecución, a diferencia del intérprete que descansa en sus propias posibilidades de accionar libremente, cadencioso y relajado a la hora de hace su lúdico acto de tango, la mayoría de las veces caminando la circunstancial música con el donaire altero del torero al hacer su presentación en la plazas. Este último ha encontrado otra manera de construir su baile, al entender claramente la posibilidad de “danzar desde la nada”, implementando en el desarrollo del diseño la improvisación como único motor de su ejecución libertaria, fuera de las rígidas formas del hacer siempre de una sola manera de danza. Forma calificada de danzar espontáneamente que nos muestra un soberbio individuo para quien solo es necesario saber que “se es” para lograr la construcción del nuevo diseño, elaborado mediante un gran trabajo emocional dentro de la fragosa pista de baile. Gloria y Rodolfo Dinzel