Café Domínguez
El primer Café que estuvo abierto las 24 horas en Buenos Aires, fue el café
Domínguez. Estaba ubicado en Corrientes y Paraná, y Celedonio Flores lo
inmortalizó en su poema Tristezas. Continuamente dio albergue a los amantes
del tango y Enrique Cadícamo le dedicó unos versos en su época de mayor
éxito (1918) cuando Buenos Aires se refugiaba en los teatros de la Avenida.
-Bar Domínguez / de la vieja calle Corrientes / que ya no queda.../ de cuando
era angosta y la gente / se mandaba el saludo/ de vereda a vereda!
Ángel D'Agostino también le dedicó un precioso tango instrumental, precedido
por ese poema recitado por Julián Centeya. Por allí pasaron orquestas como las
de Canaro, Pacho, Firpo y se estrenaron tangos célebres: Tierra negra, de
Graciano De Leone y Juan Noli y Un lamento de De Leone, que actuaba allí con
su sexteto.
En el mostrador del café Domínguez (el apellido de su dueño gallego), se
instaló una de las primeras máquinas Express de café que importó la firma La
Cosechera SA., inaugurando con ella el sinónimo de café. De ahí en más no
pidieron tal o cual cantidad de café, sino que las voces de sus mozos
inauguraron el porteño: "¡Marche un Express!".
Vecino al Domínguez estaba el café Iglesias, también tanguero, donde por
primera vez tocó Firpo La cumparsita en Buenos Aires.
José María Otero