* Uno más: hablando de oído y
musicalidad, algunos bailarines/as
(o aprendices) consideran que es
suficiente “escuchar el ritmo”. Otros,
más avanzados o exquisitos, hablan
de “bailar la frase”. Hay que aclarar
que esto no basta; es necesario
comprender también la melodía y
la peculiar expresividad de cada
pieza musical, de cada arreglo, de
cada versión... Y en este sentido,
la musicalidad que necesitan el
bailarín y la bailarina va mucho más
allá del reconocimiento del “ritmo”,
el “compás”, el “tiempo fuerte”, el
“débil”, el “contratiempo” y todas esas
cosas de las que habitualmente se
habla (a veces incluso mezclándolas
o confundiéndolas). La musicalidad
que aquí se requiere es un verdadero
lenguaje que pueda traducir,
sobreinventar y volver a crear una y
mil veces el sentimiento, la estructura
compositiva, la esencia de esta obra
en particular que este hombre y esta
mujer tienen la dicha de poder bailar
aquí y ahora.
Por último, es necesario mencionar
que el adorno no se limita al
movimiento, y tampoco se limita a los
pies y/o a las piernas –si bien éstos
son quizás lo más visible-, sino que
es de todo el cuerpo, es una actitud,
una quietud, un cerrar los ojos, una
pausa, una sucesión de cambios de
velocidad y mil cosas más que pueden
y muchas veces necesitan trabajarse
técnicamente, metodológicamente,
pero que en definitiva muestran el
amor y la pasión de bailar el tango
como cada una, cada uno y cada
pareja es capaz de sentirlo.
Prof. Olga Besio
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