Tango y Cultura Popular ® N° 162 | Page 37

Héctor y Juanita – tesis y antítesis- se fueron . Por muy pocos días no viajaron juntos . Juanita era la única de nosotros que quería , con sinceridad y fervor , hacer “ una carrera literaria ”, al resto nos ocupaba , con idéntica sinceridad , fervor e ingenuas expectativas , cambiar la vida a golpes de poesía . Tanto ella como el resto , lo comprobamos al final , estábamos equivocados . Eso sí : de una manera que se extraña , que valía la pena . Negro , paseaba , por entonces , con Mabel por el centro y , a la sombra de la magnolia amiga de la Plaza Lavalle , se exaltaba al comprobar “ Cuánto día cabe aún en nuestros pulmones ” y Bignozzi ( en ocasiones , en broma , la llamaba por el apellido ) se cuestionaba en su tierra de nadie : ¿ Qué vas a hacer Juana / con la juventud que aún te queda ?. Y claro , todo esto sucedió antes de aprender . Y ya pasó . Ahora ya entendemos de qué se trata todo esto , la vida . Claro que algunos , la mayoría de los que éramos , ya olvidaron , lo que de ninguna manera quiere decir que los olvidamos a ellos , y mucho menos que ignoremos que el olvido , de todos modos , sigue allí , aguardándonos , para ser definitivo . Nos quedan por supuesto esas revelaciones con grandes imposibles y olvidos que no llegan , que infatigable , desde “ Los límites ” ( 1960 ) persiguió y a veces vislumbró Juanita , y aquel bandoneón de papel y las letras de milonga de Héctor que , lo mismo que Manzi , logró con lo que algunos consideraron “ un género menor ”, una gran poesía , una poesía mayor . Felizmente toda esa armonía de palabras y paisajes suburbanos encontraron a otro gran músico que las descifró cabalmente , Osvaldo Avena , pero los que tuvimos la fortuna de escucharlas cantada por el poeta -que hacia percusión en una mesa del bar- sabemos que nunca volverán a sonar así de vívidas y auténticas . De pronto estallaba una fiesta ¿ cómo olvidar la chispa feliz de los ojos del cantautor , la sonrisa pícara , la evocación traslúcida del vestido de azahar y cielo de la morena que se casaba , o los golpecitos en el empedrado de los cascos del caballo del lecherito , o la radiante hermosura de los domingos en los que ella era suya , entera de la blusa al beso . En ocasiones , los músicos de la orquesta de Pugliese , que terminaban el ensayo , se acercaban a escuchar y aplaudían , a veces , también el maestro . Esa , exacta , era la otra vida que recordaba Juanita , en la que “ miraba desde la ventana de un bar …”. Y ese bar era el Callao 11 (*)

¿ cuál otro si no ?. En él , en torno a una gran mesa ( por abajo gateaba Alejandro , mi hijo , buscando tapitas de botellas ) y en una foto que se va vaciando , alguna vez estuvimos todos : Juancito Gelman ( con “ Violín y otras cuestiones ” rompimos fuego ) Hugo Di Taranto , gruñón y tierno , Roberto Díaz ( presenté su poemario inicial en 1966 , en el Teatro de la Fábula ), Rosario Masse ( lo llamábamos “ el
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