Tango y Cultura Popular ® N° 162 | Page 18

prohibido colgar la ropa recién lavada en el patio de abajo . Ese menester se llevaba a cabo en los pasillos de la planta baja y en la pasarela del primer piso ; a tal efecto , delante de la puerta de cada habitación , entre las columnas de material que sostenían la pasarela superior y los soportes que aguantaban el tinglado que servía de techo a la galería , se habían fijado unos alambres que servían para tender las húmedas prendas correspondientes a quienes ocupaban dichas piezas .
Los pajaritos de Don Iñaqui , el Bar de Constante ...
La edificación era de dos plantas . En la planta baja había más habitaciones que en la superior . Todas las habitaciones estaban unas al lado de las otras , las de abajo cada una con su puerta hacia la galería , las de arriba con sus aberturas hacia la pasarela de madera , que servía de techo a la galería . A estas habitaciones se accedía por una escalera también de madera . Los techos de las habitaciones del primer piso eran de chapa y madera . Ninguna de ellas tenía ventanas a la calle . Estas salas , así podríamos llamarlas por sus generosas dimensiones , circundaban al patio en tres de sus lados . Al final de una de las galerías una de las habitaciones servía de cocina común para todos los habitantes de la vecindad . La nota de color la daban los pajaritos propiedad de don Iñaki , uno de los residentes más antiguos de la casona , quien los cuidaba con amor de padre y mimo de abuelo . Para ellos había comprado un jaulón que colocó en un lugar estratégico del gran patio . Era lógico su esmero hacia su alada prole de canto grato y melodioso , porque a don Iñaki , que siempre vivió solo , no se le conocía familia alguna .
En chaflán , a modo de esquina de esa casa de inquilinato , se abrían las puertas del “ Bar de Constante ”, mezcla de comedero , despacho de bebidas y almacén de alimentos muy elementales como azúcar , yerba , algún que otro fiambre , café y , si había , algo de harina y fariña . El boliche estaba integrado a la edificación de esa casona que , con toda seguridad , había visto tiempos mejores . No todos los que frecuentaban el mostrador de Constante vivían en el conventillo , pero todos los habitantes de esa casa colectiva siempre ,
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