Tango y Cultura Popular ® N° 161 | Page 8

8 mezclan frases cohete, ensayos “científicos”, recursos marketineros, poniendo al Tango y a los tangueros bajo la platina de un microscopio. A esos gurúes los rechazo, a favor de mi amor a la verdadera gente de tango, aquellos que lo cultivan y lo trasmiten con pilcha milonguera y no toga universitaria, como digo en el apéndice de mi libro Al Petiso le gustaba Tanturi: “No los arribistas, ni los oportunistas, ni los seguidores de modas, ni los trashumantes del Arte, ni los nómades de las actividades socioculturales, ni los amantes de lo exótico. No las gentes que, en definitiva, prefieren mirar el océano bravío y rantifuso del Tango tan sólo desde las orillas, sin atreverse a hundir, aunque sea, los pies en sus aguas. Revista N° 161 Me refiero a aquellos que mantuvieron viva la llama del fuego votivo de nuestro ser ciudadano, a aquellos que, más tarde, elegimos al tango porque es una de las expresiones estéticas más bellas y entrañables que se conozcan. Los jovenes audaces que abrazaron al tango bailado como una novia, y los maduros asombrados al “descubrir” aquello que, desde el principio formó parte de su paisaje cotidiano. Me refiero a aquellos que escogimos rescatar... y salvaguardar... y difundir este auténtico patrimonio cultural que nos define, y nos describe, y nos justifica, y da cuenta de nuestros orígenes y evolución como seres urbanos. Los custodios de un género al que, incapaces de voltearlo desde afuera, hay quienes pretenden diluirlo desde adentro. Dios los confunda, como a los habitantes de Babel…” Tenemos demasiados... demasiados... demasiados... “Maestros” en el Tango. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Como dice Alberto Castillo: “El Tango es el Tango si tiene milonga, no importa que sea de ayer o de hoy”. En fin, tenía necesidad de decirlo... y lo dije. Nunca fui “políticamente correcto” y no voy a comenzar ahora, al final de mi vida. Ángel Mario Herreros