Visita tanguera
a México
Editorial
Durante los primeros días de junio de este año, alentado e invitado por la gente de
Eneik Tango, y en especial por su director, Leonardo D’Aquila, visité la Ciudad de
México, más interesado en las actividades tangueras que en el turismo convencional.
No conocía personalmente a ninguno de los integrantes del grupo. Con
Leonardo habíamos intercambiado algunos emails en 2013, que dieron origen
a la nota de tapa del Nº 148 de TyCP, por ese entonces referida a su anterior
emprendimiento: Tango Blanco del Águila. Pero, desde el primer momento,
en el aeropuerto, sentí que, más que un primer encuentro, estaba viviendo un
reencuentro con viejos amigos, tal la cordialidad y el cariño con que fui recibido.
Eneik es una verdadera escuela de Tango, con enseñanza de calidad, una
estructura bien administrada y maestros para todos los niveles. La relación
de los alumnos entre sí (la mayoría jóvenes) y con sus enseñantes es excelente.
Se respira entusiasmo, compromiso y amistad. Es una auténtica comunidad.
Además de llevarme a varios paseos, Leonardo y su compañera, Antonia Lema,
me hicieron conocer algunas de las muchas milongas que hay en la ciudad.
Justo en el período en que estuve en México, Eneik (que estaba organizando un
espectáculo que tendría lugar al día siguiente de mi partida) no tenía previsto
organizar una de sus milongas, de modo que fuimos a cuatro de las que tienen
lugar semanalmente.
La primera fue la milonga Malena, organizada por la rosarina María Inés Montilla,
en un sector de un restaurante no muy amplio pero bastante agradable. Esa
noche el musicalizador de turno parecía obsesionado: cuatro tandas seguidas de
D’Arienzo y luego una de Enrique Rodríguez, lo que no cambiaba mucho la cosa.
(Las tandas son de tres temas, no de cuatro como aquí). Luego la música se fue
normalizando. Hubo exhibición, a cargo de una pareja de muy buenos bailarines
de La Plata, que estaban de gira: Natalia Gastaminza y Gustavo Rodríguez.
La siguiente milonga fue Ché Papusa, que cumplía años. Lamentablemente,
el lugar era muy pequeño y nos ubicaron en un sector separado de la pista,
desde donde no se la podía ver ni tampoco escuchar la música, de modo que
no pudimos bailar.
La Porteña es una milonga diurna, organizada los sábados por Ma Keren
A Sisay, con un ambiente excelente, muy familiar, alegre y distendido. El salón