Tango y Cultura Popular ® N° 160 | Page 7

7 Dios y yo A veces, en las tremendas tardes de Buenos Aires, cuando el delirio y la prisa sacuden los grillos que aún quedan, en las cabezas de los hombres; entre la cifra y el horario, entre las frenadas y los mordiscos afiebrados que tratan de sobrevivir en la locura, saco unos papelitos pequeños como alas de libélulas, blancos como esas nubes que nadie tiene tiempo de mirar y escribo Trozos de poemas, imágenes, canciones, sueños sin medida, palabras para las muchachas que me escapan apuradas e indiferentes, versos... Porque quiero salvarme, salvar algún pedazo, dar de comer a mis pájaros atender a mis grillos Y llenar con toda mi música y la música que nadie aprovecha, mis bolsillos cansados. Por eso voy silbando y canto a media voz en plena tarde y sobrevivo a mi manera. Hasta que el crepúsculo desata mi alcancía de sonidos con alma, mueve mis ramas hace flamear mis pájaros ocultos. Y mis papelitos se sueltan como mariposas, como hojas del otoño, como la pelusa celeste del cielo que se fuga y se reparten en el aire de mi ciudad, montan su viento y me reparten desde la luz agazapada de mis mejores gestos, salvándome, salvándome... Porque siempre vuelvo a encontrarme con ellos otra vez en la tarde siguiente. en medio del estruendo en pleno forcejeo cuando solamente Dios y yo sabemos por qué es necesario ganar la eternidad, sobrevivir.. Dios y yo. Ustedes, los árboles, los pájaros, los grillos las muchachas, las lluvias, mis papelitos y yo. ¿Se dan cuenta? Héctor Negro, La ciudad invadida Revista Digital de Tango