des pilares sobre los que se asienta este paradigma
de liderazgo. En cada uno se encuentra presente
una serie de actitudes y competencias que, desde
Atesora Group, consideramos claves para el desempeño
efectivo del OMNI-Líder.
Los 4 Pilares del OMNI-Liderazgo
El primer pilar del OMNI-Líder es el que denominamos
“Liderazgo Incremental”, que busca
ante todo sostener un enfoque humanista,
centrado en el desarrollo humano como palanca
para la obtención de resultados. Somos
conscientes de que los resultados que podemos
conseguir son directamente proporcionales al nivel
de capacidad y disposición de nuestros equipos.
Incrementar resultados pasa necesariamente por
incrementar el umbral de rendimiento de las personas
que los producen.
Algunas de las palancas sobre las que se asienta
este pilar son:
de manera holística las habilidades que el individuo
ejercita en los diferentes sistemas en los
que opera. Como seres humanos somos capaces
de “activar” determinadas habilidades en algunos
contextos y no en otros. Por ejemplo, hay
personas que son capaces de mantener la calma
ante las situaciones más estresantes en su
entorno laboral, y sin embargo pierden los papeles
con facilidad en su entorno personal. Esto
no significa que seamos personas diferentes,
sino que no sabemos cómo utilizar conscientemente
las habilidades que tenemos en todos los
contextos donde podrían sernos útiles.
* Finalmente, a consecuencia de lo anterior, decimos
que es simbiótico porque cada uno de
esos sistemas a los que pertenecemos se ve
beneficiado por la experiencia adquirida en los
demás. Supone aprovechar el beneficio que
puede aportar el capital experiencial que se
genera en los diferentes ámbitos con los que
interactuamos -personal, profesional, social…-,
más allá del entorno estrictamente organizacional.
De esta definición podemos extraer cuatro gran-
* El líder ha de equilibrar la orientación a resultados
con el desarrollo. A pesar de que en
momentos de crisis la presión sobre los resultados
se hace evidente y el sesgo resultadista
puede ser muy marcado, no podemos olvidarnos
de que un resultado, sea el que sea,
siempre es la consecuencia inevitable de una
acción. La idea de orientarnos a resultados en
sí misma es falaz; lo que podemos hacer es
orientarnos a identificar y desarrollar aquellos
comportamientos que es más probable que los
generen. Los resultados siempre serán la consecuencia
de las elecciones de las conductas que
llevemos a cabo.
* El líder se convierte en un gestor emocional
del equipo; los tiempos convulsos y de fuerte
cambio generan una montaña rusa emocional
en los equipos y organizaciones. Las emociones
influyen en la expansión y/o contracción del talento
de los equipos, y afectan decisivamente
a su desempeño y resultados. Por este motivo,
la gestión emocional ha de convertirse en una
prioridad esencial del líder, más allá de la simple
administración de tareas, roles y responsabilidades.
* Así mismo, facilita la confianza y la motivación
en el sentido de confiar en las decisiones,
acciones y criterios de sus colaboradores. La falta
de contacto físico y la eliminación progresiva
de la presencialidad en las organizaciones, hace
aún más importante el alentar esa confianza, así
como conocer cuáles son las razones y motivos
que impulsan sus acciones.
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