Y ahora, la pregunta del millón: ¿Dónde
tenemos capacidad de intervenir
directamente?
Efectivamente, en nuestro pensamiento
y en nuestras acciones.
Las emociones no serán algo que
podamos elegir. Si así fuera, todo
el mundo elegiría las emociones
“positivas” y evitaría en todo momento
las aparentemente “negativas”. Es un
mecanismo biológico y reactivo que
nos sucede y que nos da información
acerca de necesidades que tenemos.
Sin embargo, podemos intervenir y
gestionarlas en gran medida desde
nuestro pensar, haciendo un uso
inteligente de ellas. Y de igual modo
no podemos elegir las situaciones que
nos ocurren, es decir, no podemos
elegir las cartas que nos toca jugar
en el juego de la vida. Pero si cómo
jugarlas.
Vernos a nosotros mismos como
seres creadores de significado nos da
la oportunidad de asumir un mayor
grado de responsabilidad, sobre
todo en los momentos en los que
más parece castigarnos la vida. Sin
embargo, siempre nos da la posibilidad
de volver a coger el volante que en
algún momento hemos soltado y dar
el giro necesario que requiere nuestra
vida.
“Mirada de cerca, la vida es una
tragedia; pero vista de lejos parece una
comedia. No te la tomes demasiado
en serio, porque nunca saldrás vivo
de ella”.
Charles Chaplin
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