TALENTO SEP-OCT 2018 talentoSEP2018 | Page 20

canismos conductuales que se ven afectados son los mismos-. Es ver- dad que no a todo el mundo le fun- ciona el coaching, bien porque su situación requería otra herramienta, bien porque no era el momento de madurez apropiado, bien porque el coach no fue lo suficientemen- te hábil, etc. Pero es muy habitual que, si todo ha ido como debiera, el coachee consiga metas que poco antes consideraba inalcanzables y experimente un subidón de au- toestima que le lleve a formularse lo que yo llamo La Gran Pregunta: - “...¿Oye, y qué hay que hacer para hacerse coach?” sas - Y, en consecuencia, el hecho de que cada año se forma en escuelas de coaching y certifica en los organismos de validación un mayor número de profesionales; haciendo que paulatinamen- te desaparezca la figura del “consultor_que_un_ día_puso_que_era_coach_en_su_tarjeta” para dar paso al coach profesional, que hace su trabajo según unos estándares rigurosos de metodología y ética. Sin embargo, hay un enfoque que no se sue- le contemplar, y que cualquier persona que esté valorando formarse en esta disciplina sin duda agradecerá: se trata de los benefi- cios que una persona puede obtener de su certificación como coach aunque no se dedique al coaching de forma profesional. La idea de escribir este artículo me vino de una de las muchas conversaciones que he mantenido con personas que han resulta- do movilizadas después de un proceso de coaching -poco importa si dicho proceso tiene un origen profesional o personal, los me- 20 De hecho, el efecto balsámico del coaching es tan frecuente que sin necesidad de vivir un proceso indivi- dual, sólo por haber participado en algún taller grupal de los miles que he facilitado desde que me dedico a esto, no menos de diez personas -que yo tenga constancia- han to- mado la decisión de formarse como coaches, dejar su medio de vida y consagrarse profesionalmente a desarrollar a otros seres humanos. Diez puede parecer un número pequeño entre decenas de miles, pero a mí me parece abrumador que lo que yo haya podido hacer dentro de una sala fuese lo suficientemente impactante para que alguien tomase la arriesgadísima decisión de dejar su estabilidad en pos de una nueva e incierta profesión, remunerada con un salario proba- blemente menor en cuantía, pero mucho más abundante desde el punto de vista emocional. Sin embargo éstos son los casos más extremos. No podemos pretender que todo el mundo experimente una movilización de semejante calibre, y, de haber más convencidos de este tipo, probablemente la mayor parte fracasaría en su lanzamiento estelar por no haber calibrado bien: - el aguante económico necesario para la transición - el tiempo requerido para ser percibidos como seniors en su nueva profesión - el proceso comercial y el larguísimo ciclo