por ejemplo limpiarte los dientes, céntrate en esa
acción notando el roce de las cerdas con tus dientes
y encías, el frescor y sabor del dentífrico, su olor, los
desplazamientos de la lengua conforme exploras
los rincones más recónditos, el propósito de cui-
dar tu salud. Ama el cuidado que te procuras. Elige
descubrir hoy en qué consiste limpiarte los dientes,
posiblemente lo que sentiste la primera vez que lo
hiciste en tu infancia y que ya no puedes recordar.
Si así fuere reflexiona si es porque has vivido más.
Observa que existen dos momentos cada día en los
que no puedes hacer nada. Uno se llama antes y el
otro después. Por lo tanto, ahora es el momento
oportuno para hacer y amar. Puedes llamarlo vivir.
Vive cada una de las acciones que realizas durante
la jornada. Tanto las rutinarias como las singulares.
Obsérvalas con tu mirada más inocente, como si
fuera la primera vez que las realizas, porque en
realidad así es. Aunque las hayas repetido mil ve-
ces, cada ocasión es diferente si te fijas bien. Para
empezar, tú, el observador, no eres el mismo que
antes o que ayer.
Sólo puedes vivir la vida si estás presente en el
momento. Estás presente cuando tu mente (pen-
samiento), tu sentir (emoción) y tu cuerpo (lo que
haces, sea lo que sea) coinciden en el momento.
Observa cómo esa conjunción apenas ocurre du-
rante tu jornada.
Si practicas progresivamente estar presente, tal vez
percibas que el día, mes o año han pasado más des-
pacio. Tal vez empieces a conocerte más. Tal vez
comiences a sentirte más a gusto contigo. Tal vez
empieces a notar una paz mayor. Tal vez sientas
mayor felicidad. Tal vez te ames más. Y tal vez em-
pieces a atraer más.
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