esperanza, excitación, ira. Y surgirán y te atra-
parán de repente, te guste o no.
S eñalar la necesidad que tienes. ¿Qué te sugie-
re la emoción que estás sintiendo? ¿Qué
requiere de ti? ¿Por qué esto que ha sucedido
y te ha puesto triste, o tenso, o enfadado, tie-
ne sentido para ti? ¿Qué razones, carencias,
creencias o valores hay bajo esa emoción,
ocultos pero activos? Si eres capaz de respon-
der de forma racional -y honesta- a alguna de
estas preguntas, estarás influyendo indirecta-
mente sobre la emoción que te afecta.
tos posteriores, prestándole mi apoyo para
gestionar su propia tristeza del mejor modo
en que me resulte posible. Y con todo ello, he
llegado al convencimiento de que mi padre
se las arregló para darme una lección de vida
hasta en el último aliento de la suya.
Gracias, papá.
T omar
la responsabilidad que depende de ti.
No te enfoques en lo que se sale de tu capa-
cidad de influencia, pon tu energía en lo que
sí puedes cambiar. Por ejemplo, en aquella
situación nadie podíamos hacer nada por evi-
tar lo inexorable, pero sí acompañarle hasta
el último momento de la mejor forma posible.
A ctuar
en consecuencia. Una vez desahoga-
do, actúa. No te pares, haz lo que te hayas
propuesto, deja de languidecer. Recuerdo
un chiste del genial Quino, en el que Guille,
un amiguito de Mafalda, iba mirando al sue-
lo porque se sentía muy triste. Ésta le decía
que lo estaba haciendo muy bien, que cuan-
do uno está triste es muy importante llevar
la cabeza baja y mirar al suelo; porque si la
levantas y eres capaz de ver el mundo la tris-
teza desaparecería, y eso te obligaría a dejar
de estar triste. ¿Verdad?
Este modelo no pretende cambiar ni dulcifi-
car la situación que estés viviendo, por dra-
mática que sea -de hecho nadie podía cam-
biar la que yo estaba experimentando en
aquellos momentos-. Tampoco se centra en
eliminar la emoción, que surge de manera
visceral y caprichosa, sin que la elijas. Pero sí
te permite cambiar dos cosas importantes: el
pensamiento, que modula la emoción que es-
tás sintiendo, y la acción que realices a partir
de ese momento.
A mí me sirvió. Nunca pensé que aplicar un
modelo tan racional podría consolarme en un
momento tan emotivo, pero lo hizo. Me ayu-
dó a llorar, a despedirme y a tomar fuerzas
para acompañar a mi madre en los momen-
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