como los descritos -y otros menos dramáti-
cos, para qué nos vamos a engañar- creo que
todos echamos de menos un grifo regulador,
algo así como una válvula de escape que nos
permitiera dosificarlas para que su capricho-
sa efervescencia no nos haga colapsar
estallando o hundiéndonos, según las cir-
cunstancias.
Supongo que fue por deformación profesio-
nal, o tal vez por una humana necesidad de
consuelo en forma de bálsamo racional; sea
como fuere, recuerdo cómo en uno de los
momentos más duros, cuando estaba velán-
dole horas antes de fallecer con su mano en-
tre las mías y sintiendo unas incontenibles ga-
nas de llorar, me acordé de un pequeño truco
nemotécnico que suelo compartir con los
participantes de talleres relacionados con la
gestión del estrés, y que denominamos mo-
delo “BASTA”. Es algo muy sencillo, fácil de
recordar, y que tiene como objetivo ayudar
a manejar situaciones de tensión emocional,
en el trabajo o cualquier otro ámbito. No es
la panacea y requiere cierto entrenamiento,
pero la gente dice que les suele servir y en
aquel momento me pareció útil. Veamos:
B uscar un sitio reservado, y respirar. La respi-
ración es el indicador con el que tu cuerpo se
dice a sí mismo que el peligro ya pasó, y que
puede dejar de soltar adrenalina y descansar.
Por eso todos los métodos de relajación co-
mienzan con técnicas de respiración. La inti-
midad del wc, o cualquier otro sitio discreto,
puede ser suficiente para calmarte y respirar.
A ceptar la emoción. No se trata de castrarla
o tratar de ocultarla, sino de darte el permi-
so de experimentarla y admitirla como algo
natural, que te hace humano y vulnerable.
Las piedras no sienten nada, las personas sí;
alegría, tristeza, miedo, euforia, desagrado,
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