a las conexiones remotas -por ejemplo, el que haya
un retardo de un segundo entre las palabras del
coach y las reacciones del cliente puede arruinar
una sesión de coaching-. Y encima parece existir
una especie de maldición que afecta a las plata-
formas online. Es como si los dioses se hubieran
aparecido a los usuarios y nos hubieran dicho: “Si
quieres videoconferencia, tus opciones colaborativas
-pizarras virtuales, compartición de recursos, sondeos,
etc.- estarán muy limitadas… Si eliges herramientas de
este tipo, tus video-conexiones serán mínimas y poco
estables…” Y cuando alguna plataforma parece fun-
cionar muy bien y pasa de diez millones de usua-
rios a doscientos porque todo el mundo la disfruta
FOTO: FREEPIK
fácilmente y gratis, pues pasa lo que pasa. ¡Ah, la
naturaleza humana!
Aun así, y vencidos los prejuicios que mantenía al
respecto, las inercias y las creencias inherentes a
cualquier adaptación agresiva, lo cierto es que aho-
ra pienso que las posibilidades que abre este tipo
de facilitación son muchas más que las que cierra
- abaratamiento brutal de los costes, acceso a nue-
vos nichos, difusión a un público potencial enorme,
compartición de información y recursos globales,
etc.- No me hace gracia perderme las reacciones
emocionales del público y con ello un porcentaje
importante del pulso del taller, pero mi aprendiza-
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