DESARROLLO
LA FE
DEL CONVERSO
Debo confesar que siempre me gustó el diri-
girme al público. Quizás sea porque nací con
bastante facilidad de palabra y poca -o ningu-
na- vergüenza para ponerme delante de otros
a hacer lo que toque en cada momento, lo que
reduce prácticamente a cero mi miedo escénico;
y eso, estaréis de acuerdo conmigo, ayuda más
que mucho a un comunicador. Otra razón pue-
de ser una enorme sociabilidad, que contrasta
extrañamente con la introversión que me carac-
teriza cuando me encuentro solo o en familia, y
que hace que sea capaz -y feliz- de estar días sin
hablar con nadie… Y un tercer factor es la ne-
cesidad que desde niño tengo por explicar las
cosas, por compartir con los demás lo que resul-
ta curioso para mí, lo cual me ha granjeado entre
mis amigos la fama -merecida- de ser bastante
pesadito cuando algo me entusiasma.
Lo cierto es que vengo practicando esta especie
de exhibicionismo desde hace muchos años, y
no sólo como formador de informática -primero-
o facilitador / coach -ahora-, sino también como
músico, ya sea solista o en grupo. Aún recuerdo
a mis amigos los Mr. Zoom, con los que compar-
tía hace más de veinticinco años un grupete de
rock y blues, extrañarse porque no estuviera mí-
nimamente nervioso antes de los conciertos, y
eso que hubo algunos bastante multitudinarios…
24
A ellos les decía que probablemente era porque
estaba acostumbrado a que todo el mundo se
fijase en mí durante las clases, y a los partici-
pantes en éstas les decía que tenía abundantes
tablas como músico. En cualquier caso, desde
entonces es para mí enteramente normal recibir
la atención de mucha gente, y, lejos de amedren-
tarme, ello me hace mejorar mi rendimiento.
Centrándonos en el rol de comunicador, es-
timo que a día de hoy llevaré sobre veinte mil
horas de experiencia en las aulas durante más
de treinta años de oficio. Tiempo más que su-
ficiente para entender la dinámica de una sala,
las técnicas para mantener la atención de los
participantes, los recursos para conectar ideas,
anécdotas, chascarrillos, sugerencias, preguntas
y conclusiones. Pienso que es algo enormemen-
te vocacional. A las personas que compartimos
esta forma de ser nos encanta sentir las “mari-
posas en el estómago” que se desatan minutos
antes de comenzar un taller; pero si no has na-
cido para ello, hablar ante el público puede ser
una auténtica tortura -como saben tantos coa-
chees con los que he trabajado este asunto-.
La magia de exponer unas ideas de forma cla-
ra para convencer a un auditorio, o de hacer un
chiste en el momento oportuno y ganarte a la
audiencia, exigen, además del dominio del tema
FOTO: FREEPIK