demos a magnificar los obstáculos que hemos
debido superar, pero pasamos por alto con faci-
lidad las consecuciones, logros y/o beneficios de
los que disfrutamos, convirtiéndose rápidamente
en un estándar de “normalidad”. Y es probable
que esto tenga un sentido: los obstáculos nos
exigen esfuerzo y atención a la hora de afrontar-
los, mientras que los beneficios pasan a menudo
a un segundo plano si no activamos un sentido
de reconocimiento. La conclusión lógica de esto
es que nuestra mente percibe que hay muchos
más problemas que razones para sentirse agra-
decidos con lo que conseguimos o tenemos. Lo
curioso es que solemos pensar que las personas
que nos rodean viven rodeadas de más privilegios
y menos problemas que nosotros; como reza el di-
cho, “el jardín del vecino siempre parece más verde”.
En mentoring, uno de los mayores beneficios
que alguien puede obtener a través del proceso
de reflexión que el mentor inicia junto a su men-
tee es revisar la realidad en la que vive de una
forma mucho más equilibrada y objetiva, siendo
más conscientes no sólo de las barreras que ha
afrontado a lo largo de su vida, sino también de
sus éxitos, logros y aprendizajes. Quizás éste es
uno de los aspectos que más se pasa por alto
en la relación mentor/mentee: la capacidad de
usar la gratitud y el reconocimiento como for-
ma de contrarrestar esta “inclinación natural”
de poner nuestra mirada en lo que no funciona.
El sentimiento de gratitud está ampliamente
asociado a una gran cantidad de beneficios no
sólo psicológicos, sino también físicos. Diver-
sos estudios relacionan una mayor tendencia
hacia la gratitud con un mayor nivel de cali-
dad de descanso y sueño, mayor rendimiento
físico, mejora de la salud física y mental en
general, más memoria y capacidad de concen-
tración, mejor vida sexual y un largo etcétera.
Por otro lado, la sociedad de consumo e inme-
diatez que hemos construido actúa en cierta
medida como un impedimento para disfrutar lo
que tenemos, ya que vivimos continuamente en
un proceso de “adaptación hedónica”: cuando lle-
ga a nuestra vida algo positivo o novedoso -nuevo
trabajo, nuevo coche, la última compra por Ama-
zon- se eleva nuestra sensación de bienestar,
pero esa sensación es solo temporal. A medida
que avanza el tiempo, la emoción se va atenuan-
do, volviendo a nuestro umbral de satisfacción
inicial. La espiral de consumo en la que muchas
personas se encuentran sumergidas -muy bene-
ficiosa para la máquina económica, pero no tanto
para la felicidad del individuo-, es sólo uno de los
muchos apaños “sustitutivos” que utilizamos ante
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