viendo con otra persona que le hiciera sentir tan
sumamente infeliz, siempre le quedaría la opción
de terminar la relación. Algo que no es posible
cuando a quien tanto desprecias es a ti mismo.
¿Pero cómo se puede llegar a esta situa-
ción tan dolorosa, antinatural e injusta?
Las causas pueden ser variadas. Hay razo-
nes genéticas -personas que nacen con altos
niveles de cortisol, serotonina, dopamina y no-
radrenalina-; otras ambientales -educación muy
estricta, padres que hacen competir a sus hijos
por su atención o cariño-; a veces son emocio-
nales -pérdida de un ser querido, desempleo,
fracasos sonados-; e incluso a veces las causas
llegan a ser patológicas -tristeza o melancolía
asociadas a una depresión clínica-. Pero no es
el objeto de este artículo profundizar en ellas,
sino mostrar un modelo que puede ser de ayuda
para comprender este fenómeno y -ojalá- ayu-
dar a dar los primeros pasos para combatirlo.
Nunca un cubo fue tan importante
Es cierto que el material con el que está he-
cho tu cubo lo hace más o menos inmune a los
agujeros. Hay quien lo tiene de acero, y es muy
difícil perforarlo (¡qué suerte tienen!); sin em-
bargo, otras personas, más sensibles, es como
si tuvieran un cubo hecho de papel; cualquier
cosa les hace sentir mal, es muy fácil que se les
hagan agujeros y se les vaya la autoestima por
ellos. Pero todos perdemos, eso es un hecho.
La autoestima es un mecanismo estructural
del ser humano. No podemos vivir sin ella, por-
que todos necesitamos querernos a nosotros
mismos para poder pertenecer a un grupo social
y, de alguna forma, comparar lo que cada uno
se valora con lo que le valora el grupo del que
forma parte. Así que, aunque sea poca, todas las
personas tienen al menos algo. Y todas se sien-
ten bien cuando su nivel de autoestima sube.
Una forma gráfica de verlo es imaginar un cubo,
el Cubo de la Autoestima. Imagínate que la auto-
estima es agua, y tú eres un cubo que contiene
esa agua. Cuanta más agua, más feliz eres con-
tigo mismo. Y todos tenemos un cubo… que
además está agujereado en la base. ¿Por qué?
Porque todos los seres humanos perdemos
autoestima, debido a muchas y variadas razo-
nes. Piensa qué te hace perderla a ti: ¿Fracasos?
¿Insultos? ¿Broncas? ¿Ser prejuzgado injus-
tamente? ¿Ser ignorado por tal o cual sujeto?
¿Sentirte atascado profesionalmente? ¿No
lograr dejar de fumar, o no estar a gusto
con tu cuerpo?... Probablemente te identifi-
ques con alguno de estos ejemplos, pero la
lista es mucho más larga.
Y otro hecho es que la cantidad de au-
toestima que cada persona necesita es
variable; hay gente que tiene un cubo muy
pequeño, es decir, a poco que hagan se llena
hasta arriba y no hace falta echarle más
agua. Y otros necesitan toneladas de autova-
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