puede ser más aconsejable tirarle una piedra
o amagar con un palo antes de que nos ata-
que; o esa manía que tenemos de matar a
una araña o pisar a la pobre cucaracha que
se ha cruzado con nosotros en una acera)
- Quedarnos paralizados, cuando nues-
tro cuerpo se “hace el muerto”, respuesta
muy útil en situaciones altamente estre-
santes en las que no funcionaría ni huir
ni atacar (como puede ser encontrarnos Y aquí llega lo que nos interesa. Si al sen-
tirnos agredidos tendemos básicamente a
reaccionar desde dos polos, atacar o evitar la
amenaza, ¿cuál de las dos respuestas sería me-
jor, o más conveniente, si tuvieras un conflicto
mañana mismo en tu empresa u organización?
con un escorpión o una serpiente, que
son mi veces más rápidos que nosotros).
Como la parálisis está muy asociada a la
huida, la ignoraremos en esta explicación.
Cabría suponer que, aunque todo esto es
válido desde un punto de vista biológico, a
día de hoy no nos vamos encontrando con
leopardos hambrientos y poca gente se
enfrenta a gatos furiosos. Sin embargo, todos
tenemos que lidiar a diario con situaciones
desafiantes, ya sean laborales o personales, y
relacionarnos con sujetos más o menos des-
agradables para nosotros. Con las relaciones
llegan los conflictos, y, aunque el riesgo para
nuestra vida o integridad suele ser muy oca-
sional, nuestro sistema límbico se siente igual
de amenazado que hace millones de años,
y, por lo tanto, tiende a responder de igual
modo que entonces, aunque la gravedad de
la amenaza sea objetivamente incomparable. empresas o áreas donde proliferan los
perfiles algo más arrolladores, y otras
donde se prefiere a la gente tranquila -por no
decir sumisa-. Pero la mayor parte de la gente
tiende a pensar que, dependiendo de la situa-
ción, será conveniente actuar un poco más
incisivamente o tomando mayor distancia.
26
Cuando hago esta pregunta en los talleres
que facilito, la respuesta más habitual que
escucho es “depende”. Es cierto que hay
Y, aunque natural, esa respuesta es un error.
No depende de nada, ambas reacciones son
igual de poco prácticas y contraproducen-
tes. ¿Por qué? Piénsalo un poco. El ataque
está biológicamente diseñado para hacer
daño, y no parece muy inteligente causar
daño a alguien con quien mañana tienes
que volver a alinear esfuerzos. Y si huyes,
también haces daño. ¿A quién? A ti, a tu
autoestima y a tu ego. ¿O es que nunca te has
sentido mal por no haber sabido decir “no”
a tiempo? Pues ya sabes a qué me refiero.