tender cómo funcionaba ese nuevo
entorno, dónde se encontraban sus
“recompensas” e incluso aprender a
evitar sus peligros. En cierta medida,
la rata estaba aprendiendo a
responder de una forma cada vez
más efectiva a un nuevo contexto y
eso constituye un verdadero éxito
para el proceso de aprendizaje.
Ese instinto exploratorio también
forma parte de nosotros como seres
humanos. Cuando somos niños,
nuestra capacidad de explorar el
mundo es plena y la empleamos a
cada instante. Eso supone una gran
ventaja para desarrollar una com-
prensión sobre el funcionamiento
del mundo y de la vida en general,
pero por desgracia, como adultos,
una vez que tenemos una forma de
hacer algo para cubrir nuestras
necesidades o conseguir nues-
tros objetivos, dejamos de seguir
aprendiendo y explorando nuevas
maneras de hacer. En cierta medida,
podríamos decir que el mayor ene-
migo del aprendizaje no es el error
sino el éxito. Muchas personas y
organizaciones buscan a toda costa
evitar las “descargas”, pero aden-
trarnos en lo desconocido, aprender
a responder a nuevos escenarios y
desarrollarnos a partir de ellos para
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