a día. Tienen la ocasión de compartir sus frus-
traciones, escenas temidas, éxitos y experien-
cias acumuladas. Se ríen a carcajadas en las
comidas y cenas comunes, cantan a gritos en
el karaoke, comparten las fotos de sus parejas
e hijos, se escuchan activamente dentro de la
sala… Y todo ello es el vehículo perfecto para
fijar en sus mentes las bases del desarrollo que
se esforzarán en facilitar a sus colaboradores.
¡Cómo no se va a llorar! La única pena es que
no puedan darse más ocasiones de hacerlo.
Gracias a todos los que participasteis en estas
jornadas de aprendizaje, que fue tanto para no-
sotros como para vosotros. Por mi parte y para
finalizar, sólo recordar lo que un gran amigo me
decía emocionado al terminar cada taller que
facilitábamos juntos: “…Y además, ¡nos pagan!”
31