TALENTO JUL-AGO 2017 talentoJUL2017 | Page 22

dunas de arena y pistas interminables me esperaban junto a un molesto viento y tem- peraturas rondando los cuarenta grados como aliados de la dureza del recorrido. Más de seiscientos kilómetros para disfrutar, sufrir, pensar y comprender, si era capaz de ir pasando etapa a etapa dentro de los tiempos marcados por la organización de la carrera. En las siguientes líneas quiero compartir con vosotros una parte de mi experiencia y algu- no de los aprendizajes que de allí me traje como equipaje de vida. PRIMER APRENDIZAJE: “NO ACOMPLEJARSE NUNCA” Etapa 1: Maadid-Erg Chebbi. 105 kms. 1062+. Primer contacto con el desierto. Cuando el día del traslado a las cinco de la mañana me di encuentro, junto a mis compa- ñeros del Equipo Troyanos, con los partici- pantes que salíamos de Madrid, aquella gente me pareció “normal”, más allá de la obsesión que percibía por hablar de bicicletas, recor- ridos y pruebas ciclistas. Los encuentros y reencuentros que se producían eran los pro- pios de personas que comparten una afición y se disponen a vivir una aventura. Al día siguiente, es decir, en la mañana que arrancaba la prueba, la impresión que tuve fue muy distinta. Buena parte de los más de 450 participantes, de los que tan solo 26 eran chicas, exhibían cuerpos moldeados por muchas horas de entrenamiento en gimna- sio, piernas depiladas para favorecer el traba- 22 jo de los masajistas y llamativos tatuajes en piernas y brazos. Prácticamente todos ellos ataviados con ropa de calidad de las mejores marcas y bicicletas a juego con el resto de su equipación, es decir, máquinas de alta com- petición en las que cada uno habría invertido entre siete y diez mil euros. Caminaban con cierta parsimonia, pero su pose no terminaba de esconder el flu jo de adrenalina extra que inundaba sus venas esa mañana. Fueron momentos de mucha inquietud para mi. Momentos en los que me acordé de todos los “consejos sensatos” que me había dado la gente que me quería. “¿Qué pinto yo aquí?”, me dije. Con mis casi sesenta años, cero horas de gimnasio y piernas velludas…. “¿Quién me mandó venir aquí?”. Honestamente sentí un momento de flaqueza aunque no dejé que se apoderara de mi, tan solo me rondó. Sabía que mi habilidad para resignificar lo que allí me pasara iba a ser una excelente herramien- ta a mi disposición. Aquellas sensaciones las vivía como un síntoma de la responsabilidad que había asumido al inscribirme en aquella prueba, y me dejó muy tranquilo volver a recordarme que yo no llegaba allí con la intención de hacer pódium sino que mis pre- tensiones tan solo pasaban por acabar la car- rera dentro de los límites de tiempo fijados. Poco antes de las ocho de la mañana, hora en la que cada día se daba la salida de la etapa, me coloqué en el cajón de salida junto a Jon