EL VALOR
DEL HACER
No hace mucho mantuve una agradable con-
versación con unos viejos amigos del colegio
con motivo de una de esas copiosas comidas
prenavideñas. Como suele ocurrir en estos
casos, el pretexto de la comida nos sirvió para
justificar el ansiado reencuentro. Hablamos de lo
humano y lo divino, y entre la larga serie de temas
que tocamos de forma bastante ruidosa y caótica
-algo nada extraño en las mesas de más de vein-
te comensales-, salió un clásico de tales fechas:
los nuevos propósitos y deseos para el 2020.
Como suele ser común cuando formulamos de-
seos y propósitos, la mayor parte de nosotros
hablamos en términos de conseguir y tener: te-
ner buena salud, conseguir un nuevo trabajo,
conseguir dejar de fumar, tener pareja (o como
diría mi abuela, echarse novia/o-), tener hijos, y un
largo etc. Lo interesante es que cuando se nos pre-
sentan este tipo de reflexiones olvidamos que lo
que realmente cuenta es lo que hacemos con esos
deseos una vez que los logramos. Clásicamente
nuestra reflexión suele quedarse en una “parada”
anterior. Olvidamos la importancia que el hacer tie-
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