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Muchas otras perso-
nas no se dan cuenta del
resentimiento que llevan
dentro; es decir, están vi-
viendo su día a día con
odio. Muchos tienen esos
dolores bajo capas y ca-
pas de recuerdos por lo
que les hicieron, por los
abusos físicos o verbales,
pero, un sinnúmero sufre
gran dolor, sobre todo en
su niñez, por las ausen-
cias, los que no estuvieron
o lo que dejaron de hacer,
con el clásico “¿Dónde es-
tabas tú cuando….?” En
momentos cruciales de la
vida, el sentirse desplaza-
do por papá o mamá, que
siempre tuvieron cosas
más importantes que ha-
cer.
La palabra favorita hoy en
día es: “normal”, y den-
tro de esa normalidad
muchos se sorprenderían
por la desmotivación que
se disfraza con gran habi-
lidad en pereza. Una des-
motivación que no tiene
nada que ver con la canti-
dad de gente con las que
disfrazado de autosufi-
ciencia, de “yo puedo
solo”, o “no quiero causar
lástima”.
Gente que pasa horas su-
mergido en múltiples ac-
tividades y enfrascado en
sus propios pensamien-
tos, que de tanto pensar,
no piensa nada, como un
perro cuando persigue su
propia cola. En el fondo
entraña una terrible sole-
clic aquí y twittea la frase
Muchas otras personas no se dan
cuenta del resentimiento que llevan
dentro, muchos tienen esos dolores
bajo capas y capas de recuerdos.
se rodea, la cantidad de
viajes, de fama o éxito.
Bien sabemos que mu-
chos en ese rubro, no
encontraron ninguna mo-
tivación en su vida tenién-
dolo “todo”, y es la causa
de muerte que crece con
más rapidez en el mundo
entero, gente que no pue-
de con el vacío brutal que
tienen. Las mismas cosas
que la gente reconoce
como apetecibles, éstos,
pasan por el camino de la
“fama” como fruta hueca.
Y por último, el egoísmo,
dad.
Es decir, hay un vacío no
solo en la respuesta, sino
en la pregunta: para ti,
¿cuál es el mayor desafío
de la humanidad? ¿Qué
es lo que hace valiosa tu
vida?
Será que teniendo tan-
tos avances tecnológicos,
estudios, pasar horas en-
teras en el gimnasio; la
gente hace lo que hace
porque es lo que le toca.
Te toca comprar casa, ha-
certe tu carro, esposa, hi-
jos, perro… Realmente no
hemos descubierto para
qué estamos aquí.
Siempre vivimos de prisa,
saturados de ruido, adic-
tos a la música con los oí-
dos siempre tapados para
seguir subsistiendo, para
codiciar más cosas que no
necesitamos, llevados por
metas volantes y perpe-
tuamente distraídos, para
seguir la moda, la corrien-
te, para no sentirte solo…,
“al fin que todos lo ha-
cen”.
“Baja la velocidad, vas
muy de prisa” te dices
mientras manejas a
160 km/hr, en una ca-
rretera de una sola vía.
Necesitas silencio, ne-
cesitas ir al sótano de
tu conciencia dónde
puedas encontrar con
tu verdad. Vale la pena
pararse un poco, qui-
tarte la coraza de la re-
sistencia, el abrazo de
la humildad que logre
volver a reunir todas tus
partes. De