CUMPLIMIENTO
E
l sol aún no había alcanzado su cenit en el horizonte cuando nos bajamos del autobús de la terminal a la pista del Aeropuerto Internacional
de Dubai. Nos estábamos preparando para el tramo final de nuestro largo vuelo de Ottawa, Ontario, Canadá a Kandahar, Afganistán. Fue a
mediados de febrero de 2011 y yo era uno de los cerca de 20 agentes de policía canadienses que se habían ofrecido, o, en mi caso, enérgicamente solicitado, formar parte de la Misión de Policía de Canadá en Afganistán. Nuestro pequeño grupo representaba media docena de agentes
de policía municipal diferentes de todo Canadá, así como de la Real Policía Montada de Canadá (RCMP). Habíamos pasado juntos las últimas
seis semanas de entrenamiento y asistencia a reuniones de información en la Escuela de Policía de Canadá en Ottawa, y la Base de las Fuerzas
Canadienses en Kingston, Ontario. Mientras tomábamos nuestros asientos en la parte delantera del avión de pasajeros afgano para ir a nuestra
misión de nueve meses, nuestro espíritu y entusiasmo eran altos; pero, la verdad, también había un poco de ansiedad.
La tripulación cerró la puerta con llave mientras
nos acomodamos e hizo balance de la aeronave.
Decir que este avión ya había tenido su época de
gloria constituía un eufemismo. “Así que”, me dije
a mí mismo, “aquí es donde los aviones vienen a
morir”. Me reaseguré a mí mismo que el piloto
era probablemente tan experimentado como
este viejo avión. No pasaba nada. Entonces, llegó
un golpeteo desde el exterior de la puerta de la
cabina. La azafata corrió hacia la puerta y la abrió.
Santo cielo, era el piloto, ¡había quedado fuera de
su propio avión! Mis colegas y yo nos miramos
con desconcierto nervioso, hallándolo tanto
cómico como preocupante. Los agentes de policía
tienen un sentido del humor bastante negro; es un
filtro crítico necesario para ayudar a los oficiales
de policía jóvenes a llegar hasta la jubilación.
Algunos de nosotros se rieron diciendo que un
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piloto que quedaba afuera de su propio avión
antes del despegue era como un oficial que iba al
atraco a un banco dejando su pistola en el casillero. El piloto también se rió entre dientes mientras luchaba para asegurar la puerta de la cabina.
Después de bajar el pestillo a golpes con una barra
de metal y de maldecir diciendo que el avión era
más viejo que él, ninguno de nosotros se reía.
Si usted no sabía que había agentes de policía
canadienses trabajando en Afganistán sin duda
nadie se lo enrostraría. De hecho, la mayoría de
los canadienses ni siquiera sabe que estamos allá.
Pero, hemos estado en Afganistán desde 2005.
Hasta esta misión, casi todos los canadienses
habían sido asignados a trabajar en Kandahar,
principalmente con el ejército canadiense. Su
misión se había centrado en el fortalecimiento
de la capacidad de la Policía Nacional Afgana
(ANP) de primera línea. Sus misiones incluyeron
instruir en habilidades básicas de policía como
el tiro, la colocación de esposas, la instrucción
sobre estado de derecho, las relaciones entre la
policía y los ciudadanos, y similares; todas cosas
bastante estándar para un recluta de la policía.
Por supuesto, Afganistán es todo menos estándar
y el trabajo de ellos era peligroso y estresante.
Cuando peleé hasta lograr que me aceptaran
en esta misión esperaba que me ubicaran en el
Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT) que
opera desde Kandahar. Me había familiarizado
con el PRT cuando estudiaba en la Universidad
de Norwich en Northfield, Vermont y estaba
ansioso de ser parte de uno. Sin embargo, un par
de semanas antes de irnos de Canadá nuestra
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