Azul
Azul la calma que se asoma por debajo de la cama y quiere atarme los pies
con la telaraña de los sueños. Espera que despierte y ande para ver cómo
tropiezo, cómo repto en busca de una explicación; que se queda muda,
que duerme de miedo. Azul la nota que se derrama del medio vaso, lleno a
tope, de diciembre que no acaba y la luna llena a destiempo; la que al tocar
el suelo, suena como campanilla sumergida en profundas aguas cubiertas
por el hielo del olvido. Azul el día escondido en el fondo del mar; ¡que alguien le diga que ya acabamos de contar, que el juego ha terminado! Azul
el cielo que me camina los pasos, cuando el mundo está de cabeza y tomo
por escalones las estrellas y brinco y juego al pasamanos de árbol en árbol:
me vuelvo murciélago en descanso para ver el mundo al derecho, como
dicen las buenas costumbres que es correcto. Azul el dilema, pues no sé
desde qué vista entiendo mejor al mundo y…realmente no sé si quiero
hacerlo. Azul la duda que me carcome las ganas. Azul la nostalgia que
saluda desde el fondo de la taza de café en la que no queda ni un resto de
zurrapas, esas que me cuenten el final de la película que protagoniza esta
loca de ojos tristes, azules; azules no en forma, sino en contenido. Azul la
línea inquieta que se pierde entre las olas. Azul la soledad. Azules las historias de invierno, todas. Azul el océano que al otro lado del mundo, sigue
tragando muertos. Azules los demonios que se exorcizan escribiendo, antes de que ahoguen con sus palabras al oído, con las voces que saliendo de
mí, no reconozco. Azules los placeres culposos que se llevan las horas de
sueño. Azules los lamentos del niño que no encuentro. Azules los recuerdos tristes, las esperas, los manicomios.
Norma Sugey Navarro
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