FASHION
La llamada “fast fashion”, ropa
accesible y muchas veces de poca
calidad, que responde a tendencias
de moda que cambian al acelerado
ritmo que imponen celebrities e
instagrammers, conlleva un impacto
en el medio ambiente que nuestro
planeta no puede permitirse. Si a
esto le añadimos las denuncias que
han recibido algunas marcas y
proveedores por las malas
condiciones laborales de sus
trabajadores, parece que la moda
pierde cualquier asomo de glamour.
Al rescate del medio ambiente y las
conciencias llega la llamada “moda
slow”, un concepto nacido bajo el
paraguas del slow movement, que se
puso en marcha en Italia para
reivindicar una forma de preparar y
disfrutar la comida más saludable
para nuestro cuerpo, mente y
entorno. De la misma forma, vestir
moda slow significa apostar por
prendas y marcas realizadas con
materiales orgánicos, fabricados
localmente, con procesos artesanos y
no contaminantes, así como
condiciones laborales dignas.
El 'Slow Fashion' no es una tendencia
de temporada, sino más bien una
filosofía de consumo responsable de
ropa. El movimiento mentaliza y educa
a los ciudadanos sobre el impacto de
las prendas de vestir en el medio
ambiente, el agotamiento de recursos y
el impacto de la industria textil en la
sociedad.
Los materiales fomentados por esta
filosofía son productos nobles que no
contaminan el medio ambiente y que
son biodegradables, todo lo contrario a
los productos utilizados en la 'Fast
Fashion'.
Poco a poco, la moda sostenible está
encontrando su espacio dentro de la
industria. Se celebran certámenes,
festivales, cursos, programas de
inserción, también ha crecido la
información especializada en blogs, etc.
Un estudio de la UOC sobre el compor-
tamiento del consumidor y moda
concluye que las empresas que
apuesten por la sostenibilidad y la
ooointegren como responsabilidad
social-ambiental en sus estrate-
00000000gias de negocio
obtendrán más ventas.
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