Lo que no queremos olvidar__________________
Querida Sociedad:
Por las calles en las que paseamos, hoy dormirá alguien sin saber si despertará tras
una noche de invierno que deje la acera blanca. La pantalla del móvil que utilizamos
todos los días está manchada con sangre de un niño congoleño. El precio que pagamos
por unas zapatillas de una marca de renombre a veces es el sueldo mensual del que
las fabrica. La quínoa que nos ponemos en las ensaladas trae consigo de Sudamérica
el sudor del adolescente que trabaja cultivándola. Nos bañamos en el mismo mar en el
que mueren miles de personas intentando escapar de su ciudad, donde solo se reparte
miseria, sangre y plomo.
Y a pesar de ello, continuamos con nuestro día a día sin más, olvidando todo el
sufrimiento ajeno que implica mantener nuestra cómoda vida. Quizás donamos a una
ONG para abatir el remordimiento y poder descansar cuando cae el sol.
Y ante esto, siento como si un puñal me atravesara y desgarrara el corazón, la
impotencia me hierve en las venas y se acumula en mi garganta, formando un nudo que
solo se deshace cuando las lágrimas de rabia empiezan a brotar.
¿Cómo podemos ignorar las llamadas de auxilio de otro ser humano, que tiene la sangre
tan roja como la nuestra, que también sonríe, llora y ama? ¿Cómo podemos aceptar
que una sola persona tenga que sufrir para que otros podamos vivir sin preocupaciones?
¿De verdad son más importantes el petróleo, una sudadera a buen precio, o tener
melones todo el año que la compasión?