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Verdad de la buena_________________________ A menudo nos resulta nostálgico el hecho de recordar aquellos días de la infancia en los que estábamos enfermos y nos quedábamos en casa, sin ir a la escuela. Eran días de descanso, de dormir hasta las tantas, ver nuestros dibujos preferidos, entretenerse con algún juego, y de recibir el cariño y consentimiento de quien estuviese a nuestro cargo. Ante toda esta maravillosa situación, cabe recordar que estábamos enfermos. Esto suponía que debíamos tomar medicamentos para sentirnos mejor. En algunos casos, el sabor de estos nos repugnaba, y por tanto alteraba la paz y tranquilidad que había reinado en nuestro día. Por ese motivo, nos negábamos a tomar el medicamento, aún sabiendo que era necesario para combatir la enfermedad. En otras ocasiones, la medicina sabía genial y tomarla no nos suponía ningún problema. Su sabor podía gustarnos tanto, que queríamos tomarla incluso cuando no estábamos enfermos, es decir, cuando no nos hacía falta. Algo bastante similar nos sucede a las personas en general con la verdad. Así como con los medicamentos durante la infancia, cuando sabemos que la verdad alterará el orden al que estamos acostumbrados, rehusamos aceptarla. En cambio, si tenemos por seguro que esta nos mantendrá dentro de nuestra zona de confort, la aceptaremos sin remordimientos. Si la misma nos hace sentir tan cómodos, la querremos hasta cuando no sea la correspondiente. Sabiendo lo anterior, se podría decir que la verdad es buena para la vida si lo que buscamos es la comodidad, y no lo que es realmente beneficioso para cada uno de nosotros. Si lo que buscamos es esto último, la verdad a menudo es difícil de digerir. Lucía García Solà 2º de Bachillerato B *****