Lluvias______________________________________
El dibujo estaba a medias. Tal y como lo había dejado. El perfil de las montañas no estaba
definido, el cielo estaba vacío y las flores no tenían color. El papel ya se había vuelto más
oscuro, de un tono amarillento por el paso del tiempo. Llevaba meses, años, quizás una
década entera en ese cajón. Nunca se me había ocurrido abrirlo hasta aquel día, el día en
que tenía que irme. Recogía la habitación con desgana, tenía sentimientos encontrados. Por
una parte, me sentía responsable, adulta, que estaba haciendo lo correcto. Pero por otra,
tenía ese nudo en el estómago, esas emociones amargas que sientes cuando has de
abandonar algo con lo que has estado en contacto durante mucho tiempo. Dieciocho años
llevaba yo viviendo en esa casa. No me podía creer que en pocas semanas tendría que estar
sola, en mitad de la ciudad sin mi madre ni mi padre al lado.
Vacié los armarios, las estanterías e incluso descolgué los dibujos que tenía en la pared. Metí
todas las cajas en el coche y subí para despedirme definitivamente de mi querido hogar. Fue
entonces cuando se me ocurrió abrir el cajón de debajo de mi mesita de noche. Y allí encontré
el dibujo que había empezado 10 años atrás, en ese mismo lugar, mirando desde la ventana
de mi cuarto.
Un grito de mi madre me hizo volver al presente, ya era hora de irse. “Tengo que acabar una
cosa, espera un poco más.”-le respondí gritando. Cogí un lápiz y me puse delante del enorme
ventanal que tenía enfrente de la mesa. Era un día oscuro, triste, el frío viento de invierno
hacía que las hojas de los árboles más altos bailaran de un lado al otro con fuerza. Las nubes
iban tapando cada vez más el sol, solo quedaba un pequeño rayo esperanzador que
rápidamente desapareció como los demás. Cada vez se oía con más intensidad el goteo de