Skapa't | Page 48

minas explosivas, y un paso en falso me mataría. Y si bien es cierto que no tenía nada que perder si muero, algo me dijo que había esperanza… Que se podía seguir. Pero todavía no estaba preparado para salir del pueblo, así que me tocaba buscar comida entre las casas de nuevo. Pero lo que encontré en una de estas fue para mí la llave que me abriría las puertas a un nuevo mundo. Entre las ruinas de la antigua residencia de los Broflovski, una familia judía que tuvo que huir del país, encontré una especie de libro. A pesar de lo mal que le había envejecido por fuera, logré distinguir la frase Diario de un emigrante en la portada. Temía que con la humedad del terreno las páginas fuesen ininteligibles, pero para mi sorpresa el libro se leía bastante bien. En este encontré las memorias de Gerald, un tipo que durante la guerra se vio obligado a huir para mantenerse con vida. Las primeras páginas no aportaban demasiado, solo los lugares que visitó, las personas que conoció, pero poco a poco aquellas páginas se tornaron en una desgarradora historia sobre cómo poco a poco la situación de la religión judía se fue viendo cada vez más forzada y mal vista hasta el genocidio en el que esta fue exterminada. Realmente aquel papel transmitía sufrimiento. Pero por alguna razón, Gerald no solo se mantuvo con vida, sino que también logró esconderse en Varzuga durante 20 años, hasta que murió de tuberculosis según cuenta en las últimas páginas. Y allí estaba lo importante. Ese hombre logró elaborar un complejo mapa donde se explicaba detalladamente la ubicación de cada mina, pues esquivándolas se podía llegar a un bosque cercano con un río y frutas, con lo que logró mantenerse con vida. Entonces supe que si quería sobrevivir, debería trasladarme al bosque. Mi único problema ahora era que no podía llevar a la abuela conmigo, y dejar que muriese en ese fatídico pueblo era un acto despreciable. La única solución que me quedaba era ahorrarle el sufrimiento. El plan era sencillo, agarrar una roca y tirársela encima. Soy consciente de que aquello era muy cruel, pero cada vez que la veía sin poder moverse de su silla y apenas sin poder hablar se me partía el alma. Así que la decisión ya estaba tomada, debía asesinarla. Y sin dejar ni un segundo para arrepentirme, cogí una piedra y corrí como pude hasta mi casa. Pero a pesar de que estaba convencido de que lo que iba