cuando tu color de piel o tu acento te delaten, pero otras poco a poco se irán abriendo a
medida que te arraigues en el país que te acoge.
Volverás a “tu hogar” cuando la guerra termine. Creerás que por fin se ha acabado el proceso,
que tu viaje ha dado su fruto, que todo tiene un sentido. Entonces descubrirás que “en casa”
ya no existe, que los que estaban no son los mismos. Tu compostura se verá crítica, todo lo
verás con ojos de forastero, llegado de un mundo mejor, quién sabe si te volverás a
acostumbrar otra vez a tu almohada, o si volverás a disfrutar al mirar al horizonte. Quién sabe.
Los que eran pequeños no te habrán esperado para acrecer, los que ya eran mayores habrán
envejecido en tu ausencia, los hijos que dejaste no te habrán necesitado para madurar y
aquella que querías quizás no te será tan urgente reencontrarla; es mentira que de distancia
se nutra el placer. Tanto tiempo esperando el retorno, viviendo en la negligencia, como si todo
hubiese de ser temporal. Tanto tiempo anhelando tantas cosas y ya apenas es hora de volver.
Un mes para nutrir más los recuerdos, un mes para aliviar la culpa. Piensas que cuando te
jubiles te podrás hacer una casa en la cercanía de la costa, pero lo piensas porque falta
mucho para ese momento. Ya nada volverá a ser igual. No porque los demás hayan
cambiado, sino porque eres tú quien se ha transformado en otro, no encajarás, quizás, ni en
el mundo del cual partiste ni en el mundo al cual llegaste. Aprenderás a vivir finalmente, en la
frontera de estos dos mundos, un sitio que puede ser división, pero también el punto de
encuentro. Un buen día te creerás afortunado por disfrutar de esta frontera, te descubrirás a
ti mismo más completo, más híbrido, más inmenso que cualquier otra persona.
Roger Català Fontserè
2º de ESO D
*****