Así lo hicimos, buscamos un lugar puro, hasta que, al lado de un río seco, vimos pequeñas
hierbas silvestres, lo que indicaba que la tierra era fértil.
Arrancamos las malas hierbas y plantamos el pequeño brote allí y nos asentamos muy cerca
para asegurarnos de que no volvieran los bullies a destrozarlo otra vez. Fue complicado
aguantar la pequeña granja, pues la lluvia ácida amenazaba con cargársela.
Al fin, tras unos meses, creció un manzano del brote. Gracias a él, pudimos alimentarnos y,
por si fuera poco, purificaba el aire de la zona y limpiaba la tierra de su alrededor. Parece que,
poco a poco, los pequeños cambios dan resultado.
Sara Closas Sevilla
2n ESO B
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