A partir de ahí asistiremos a una doble trama. Por un lado, la
historia de Justine contada en primera persona, que descubre un
relato escrito, para el colegio, por su hija. En él habla sobre unos
asesinatos que, supuestamente, han ocurrido en la casa donde se
han mudado. Al intentar hablar con Ellen, su hija le explica que está
triste porque han expulsado a un amigo suyo del colegio por algo
que ha hecho ella, así que Justine se compromete a ir a hablar con
la directora. Cuando hablan, la directora y algunos profesores le
aseguran que ese alumno nunca ha existido y que todo ha estado
siempre en la imaginación de Ellen.
Y por si fuera poco, empieza a recibir unas llamadas amenazantes
de alguien que parece conocerla a la perfección pero que ella no
tiene ni idea de quién es.
Aunque esta parte de la novela ha
hecho que no pueda despegarme
del libro ni un momento, no es lo
que más me ha gustado, ni de lejos.
Intercalada con la historia principal,
puedes ir leyendo los capítulos del
macabro relato de Ellen, la historia
de la familia Ingrey, de lo que hizo
Perrine y de cómo y por qué acabó
muerta después de hacerlo.
Es lógico que la narración de la hija
de Justine tenga un papel muy importante a lo largo del libro y,
como consecuencia, habrá dos misterios que te dejarán sin
parpadear hasta el final.
Un juego para toda la familia es un relato narrado con apariencia
juvenil, pero más elaborado de lo que parece a simple vista.