Racó literari
CALLEJÓN SIN SALIDA
-Ahora entiendo por qué dedica su vida al hurto-comento, sin obtener
respuesta de mi compañera.
Sin embargo, puedo adivinar lo que está pensando y, sinceramente, no
es nada bueno. Ella y yo nos llevamos muy bien, tanto que ya hemos
tenido un par de encuentros fuera del horario de trabajo, pero eso que
dicen de que “del amor al odio hay un paso” puedo confirmároslo. Es
decir, ella no me odia, pero hay veces que no me aguanta, y aun así
espera de mí nada menos que cuarenta minutos de pasión, mínimo dos
veces a la semana.
-Esta es-afirma Sara, después de pararse frente a una casa.
Llamamos al timbre. Pocos segundos después, un hombre blanco
aparentemente descuidado nos abre la puerta. No está gordo, pero su
aspecto es bastante corpulento.
-¿Quién coño sois vosotros?-pregunta, dándonos a entender que estaba
haciendo algo importante (como comer pizza o ver la televisión).
-¿Eres tú Javier Ortega?
La expresión de la cara le cambia.
-Sí, ¿Por qué?
Sara y yo le sacamos nuestra placa policial.
-Te vienes con nosotros a comisaría-le ordeno.