La lluvia de salsas________________
El verano pasado, mi familia y yo viajamos a la ciudad que nunca duerme, también
conocida como la ciudad de los rascacielos.
Apenas llegamos, nos quedamos pasmados y admirados de tanta belleza que reflejaba
la gran ciudad. Uno de los primeros sitios que quisimos visitar era el gran y maravilloso
Central Park, donde muchas veces grabaron la famosa serie Sex and the City. En aquel
momento, deseamos alquilar unas bicicletas para que no se hiciera tan larga la estancia
en el parque y así también podíamos ejercitar y tonificar el cuerpo.
Mi hermana y yo fuimos las “ágiles” y por eso tomamos conciencia de avanzar unos
metros, pero se nos fue de las manos ya que progresamos demasiado rápido. En unos
pocos minutos, notamos que nuestros seres queridos ya no estaban con nosotros. A
todo esto, entré en pánico, ya que era uno de los parques más grandes del mundo y la
posibilidad de reencontrarme con mi familia era nula.
Decidimos retroceder a toda pastilla y, de tantas ansias y desesperación, choqué con el
hombre que vendía hot dogs: el ketchup, la mostaza e ingredientes similares
desparramados por el suelo. Eso parecía una escena del FBI. Ya con el alma partida y con
poca esperanza, vi cómo el hombre se lo tomó a bien, sonreí falsamente, me di la vuelta
y jamás volví a mirar a aquel pobre individuo.
De repente, mi madre apareció de la nada y corrió a abrazarme. Solo faltaba la música
melodramática de fondo para que eso pareciera una película de drama.
Aquel día aprendimos una gran lección: cada uno se hace responsable de sus actos y
nadie se puede dejar llevar por sus impulsos, por lo que más bien hay que actuar
reflexionando y analizando la situación antes de meter la pata.
Lúa Moguel
3º de ESO B