Una anécdota de mi padre_____
Yo era un niño muy curioso e inquieto que pasaba sus vacaciones con su
hermano y sus primos. En aquel entonces los niños de mi familia teníamos
nombres compuestos; yo era José Ramón, mi hermano Pedro Javier y mis
primos Luis Miguel y Miguel Ángel. Éramos muchos más y formábamos una
pandilla.
Mi tía era la mujer de la limpieza de una casa en Castelldefels. Los propietarios
se habían ido de viaje así que nosotros, a cambio de una mano de pintura, nos
instalamos ahí.
Por las tardes estábamos en la piscina, pero a medida que pasaba el verano,
buscamos juegos nuevos: montar en monopatín, jugar a la pelota y cazar todo
tipo de cosas. También intentábamos encontrar gamusinos, un animal huraño
que solo sale por la noche, pero más tarde descubrimos que era no era verdad,
no existían.
En el huerto del vecino había un melocotonero, con el fruto grande y rechoncho.
No teníamos que decir nada; el primero había saltado la valla, otro ya se había
encaramado y los más pequeños, Pedro y yo, nos ayudábamos para pasar al
otro lado. Mientras los demás trepaban al árbol, vi un bulto anaranjado en lo alto
de una de las ramas, un jugoso melocotón. Subí hasta poder alcanzarlo y tiré de
él. En ese momento noté un dolor agudo en la espalda. Mis primos, al oírme
chillar, me miraron y entonces empezaron ellos también: “¡Avispas, ay!” Lo que
yo había tocado no era una fruta sino un panal. Lo habíamos estado moviendo
tanto que las abejas ya habían salido de ahí, y por esa razón no me picaron en
las manos.