Una noche de invierno la reina cayó enferma. Tenía muchos dolores por todo el cuerpo
y la única forma de curar esos dolores era ir a buscar una flor que se encontraba en la
parte más oscura del bosque. Sin pensárselo dos veces, el príncipe salió a buscar la
cura. Galopaba en su veloz caballo sin pensar en nada más que en salvar a su madre,
cuando de repente, algo le detuvo. Tuvo que bajar del caballo para no caerse y pudo
visualizar una especie de amazona.
Se quedó impactado al verla. Ella era morena, de ojos oscuros, pelo largo y poseía una
penetrante mirada seductora. La amazona se bajó del caballo negro y se puso al lado
de Roger. Le cogió las manos, se acercó a sus labios y le besó. Después, montada en su
caballo, se alejó como un rayo. El príncipe, paralizado e impactado, se dispuso a
seguirla. Estuvo horas buscándola por el bosque y se olvidó completamente de la flor
de su madre. Finalmente, cansado y agotado de su búsqueda sin éxito, se durmió
debajo de un sauce. Aquella noche la reina murió y Roger no tuvo noticia de la triste
desgracia hasta la mañana siguiente.
Después de enterarse del horrible suceso, salió en busca de la amazona para
matarla, ya que la consideraba responsable. Volvió al bosque e hizo el mismo recorrido
que la noche anterior. Esperó y esperó durante horas,
pero la amazona no aparecía. De repente escuchó el
sonido de su caballo galopar y se le paró el corazón.
Cuando por fin la tuvo delante, cogió su puñal y quiso
matarla, pero estaba tan paralizado e impactado que
no supo qué hacer. En ese instante, la amazona se
acercó y le besó. Mientras le besaba, le cogió el puñal,
se lo acercó al cuello por detrás y lo mató. El príncipe
cayó al suelo, sin vida. La chica lo dejó y se adentró en
el bosque, cabalgando velozmente con su caballo.
Ariadna Martín
4º de ESO