cruel que sueñe en viajar con tanta pasión. Sufre en silencio, juzgada y dejada de lado
por todo el mundo, con un marido al que quiere incondicionalmente, aunque él nunca
haya intentado entenderla. Las pastillas y esa falsa imagen idealizada de la Antártida son
lo único que la hacen sentir viva y que la separan de la autolesión y el suicidio. En
realidad, Harper es una mujer fuerte, inteligente, cariñosa y llena de potencial, pero la
depresión y el mundo le han dicho que es una inútil que no vale nada. Se preocupa por
Joe y está dispuesta a perderlo para siempre para que él pueda triunfar en Washington.
Después de tantos años de que se lo repitan todos los días, acaba creyendo que esas
mentiras son la verdad absoluta.
Harper, al final de la obra, consigue un final agridulce: su mente ha abandonado
definitivamente su cuerpo, flotando entre sueños y visiones, al saber la verdad sobre
Joe. Al mismo tiempo lucha y huye de sus problemas, intentado escapar inútilmente de
una vida fracasada y demasiados años perdidos para nada. Esos miedos al abandono, las
paranoias con un hombre que la persigue con un cuchillo, se han hecho realidad. Joe
siempre ha sido el hombre del cuchillo. Ella es una heroína trágica que rompe etiquetas,
prejuicios sobre la adicción y la salud mental; es la única que ve con claridad la verdad
sobre la vida y la humanidad, que al final ella domina su propia vida. Su concepto de la
Antártida es, en realidad, un símbolo de ella misma: un lugar precioso y feliz, aunque
desolado y solitario. La representación de una mujer torturada y reprimida.
Joan Grau
1º de bachillerato B