Harper Pitt _______________________________________________
Vista desde el punto de vista del espectador, Harper Pitt aparece bajo el foco como el
soporte cómico de la obra, una parodia de la inestabilidad mental y la mujer neurótica
en la América de los 80. Tiene alucinaciones surrealistas sobre agencias de viajes, quema
la cena de su marido homosexual, suelta monólogos sobre la destrucción de la capa de
ozono en cualquier ocasión… En definitiva, simboliza el desastre que todos llevamos
dentro. Pero Harper es mucho más que un estereotipo o una caricatura extravagante.
Ella es una víctima de abusos
físicos y psicológicos y nunca
consigue huir de su pasado,
atormentada por fantasmas
que la rodean todas las horas
del día. Creció sola y deprimida
en una familia que la odiaba, la
pegaba,
la
maltrataba.
Se
enamoró de Joe y, al casarse
con él, debió de pensar que por fin podría ser feliz. Lo peor es que vio todos sus sueños
romperse en mil pedazos: él nunca pegó a Harper, pero sí que la torturó
psicológicamente a su propia manera. A lo largo de la obra nunca vemos un poco de
empatía, preocupación o afecto real en Joe, solamente el escándalo hacia una mujer
que casi consigue escapar a las cadenas sociales de ejemplar esposa y madre que la
sociedad pone sobre sus hombros. La trata casi como un objeto con el cual puede
esconder su orientación sexual; siente envidia porque él no puede huir de la presencia
omnipotente del heteropatriarcado y la severidad mormona. La necesita para saber que
hay alguien que está peor que él.
La mente de Harper es, al mismo tiempo, su salvación y su maldición, una vía para
escapar del auto odio que lleva incorporado en su interior. Es agorafóbica y el piso, por
muchas paredes que pinte, es la peor y más solitaria de las prisiones. Resulta irónico y