Skapa't Juny de 2019 | Page 26

- Yo soy la señora Fedora, Anya Fedora. Mire por aquí no está muy bien visto que las mujeres salgan a la calle y menos sin sus maridos. Le aconsejaría que se fuera de este pueblo lo antes posible porque si se queda no le aseguran cosas buenas. La mujer volvió a su casa y me quedé plantada pensando en el porqué de todo lo que me había contado. No pensaba regresar a mi casa con las manos vacías y con el orgullo por los suelos. Pasaron semanas y la gente seguía evitándome, ahora que me fijaba nunca había visto otra mujer que Anya en el pueblo. Hice sonar el timbre de su casa y un hombre alto, robusto y barbudo abrió la puerta. me miró con un semblante asqueado y cerró la puerta. Pero yo antes puse un pie en el marco. El señor Fedor estiró de mi brazó hacia dentro y me llevó al que parecía ser un sótano. - ¡Quién te crees que eres para enfrentarme sucia extranjera!- dijo casi estrangulándome. Casi no podía respirar pero logré soltar -que sea un mujer no significa que puedan ningunearme de esta forma tan frívola-. Debería haber mantenido la boca cerrada, pero mis principios me lo impedían. El hombre me arañó la ropa que llevaba y quedó en un simple harapo. Me llevó a la calle y empezó a gritar: - Esta mujer es un bruja sufragista, ha intentado envenenar a mi mujer con una de sus pociones del diablo.- gritó mientras se acercaban otros pueblerinos. - Debemos quemarla, ¡a la hoguera, a la hoguera! -gritaba la multitud. Y en menos que canta un gallo me veía atada a una enorme estaca clavada en un montón de paja. El corazón me latía como si fuera a escapárseme del pecho pero no pude vocalizar una palabra ni soltar un lamentable sollozo. El que parecía ser el alcalde lanzó una cerilla a mis pies. En un instante una bola de fuego se iluminó a mis pies, a la vez que mi piel ardía notaba como mi cuerpo y alma se separaban y viví una escena horrible mi cuerpo estaba haciéndose cenizas y cuando ya no quedó nada noté como una fuerte brisa levantaba lo que quedaba de mi cuerpo y me llevaba a mi con ella. Me pasaban por la cabeza las mil historias que había leído sobre brujería ocurridas en este pueblo pero las rechazaba ya que eran una farsa par