todos los reflejos que había tenido la botellita. El rastro que se distinguía era el de
George McArthy.
Lograron dar con su posición con rapidez, o eso pensaban. Había dejado varios
señuelos y pistas falsas para confundir a los detectives en caso de que lo buscara.
Después de varias semanas de búsqueda dieron con su posición.
- ¡No estoy para rodeos! ¡Mi negocio se va a pique y solo tú tienes el antídoto! -Dijo Jack
con mucha rabia.
-No insistas, no hay antídoto y, si lo hubiera, no te lo diría. - Contestó con calma George.
Jack, sabiendo que no iba a sacar nada de ese hombre, le pegó un tiro entre ceja
y ceja que resonó por todo el edificio. Fueron a investigar su casa, y encontraron la
dirección de su madre, que quizás se mostraría más colaboradora. Esta, sin dudarlo y al
ver que esos hombres iban armados, les dijo sin rodeos el lugar donde se encontraba el
antídoto. Este era el sótano de una vieja fábrica abandonada donde entre varios
experimentos en proceso encontró un gran depósito con litros del líquido. Seguramente
el objetivo de George era venderlo más tarde por una millonada. Por suerte para Jack,
lo consiguió encontrar a tiempo y salvar su imperio de un joven desgraciado que solo
quería acabar con él.