SIN PELOS EN LA LENGUA - ALBERTO AGUIRRE Y FERNANDO GONZÁLEZ | Page 16

Fue el primero de muchos otros acercamientos en los que se cruzaron las vidas de Alberto Aguirre y Fernando González, abocadas por una posición compartida, no menos crítica, mordaz, irónica e irreverente, que los llevó a ambos a “vivir a la enemiga”… Esa terca y transparente manera de amar lo más profundo y execrar lo más despreciable que nos habita. “No hay otra receta que leer a Fernando González: no tolera exegetas ni evangelistas.” —sentenció Aguirre en “El brujo de Fernando González”—, y continúa: “No se puede explicar su pensamiento. Hay que vivirlo, porque es pensamiento vivo, es presencia. Se trata de ponerse en presencia de ese ser vivo que fue Fernando González: sí, vivo, porque nunca fue estacón, porque vivió siempre alerta, sacudido por la desnudez suya y del mundo. Ponerse en presencia de sus palabras, que son trasunto de vida. Es otro el tipo de lectura que exige, o tolera. No la mayestática requerida por el texto conceptual, riguroso y sistemático, sino ésta que señala en el preludio al Libro de los viajes o de las presencias: ‘Todo libro debería caber en el bolsillo; hay que llevarlo, tiene que ser manual, para leerlo al pie de los árboles, al lado de las fuentes, en donde nos coja el deseo. Un libro bueno tiene que ser manoseado, vivir con uno, pasear con uno’”. La introducción que hizo Alberto Aguirre en el año 1997, en un libro que publicó la Universidad de Antioquia y en el cual se compilan los diecisiete 14